martes, 3 de noviembre de 2009

actualidad

Estamos en un momento de excepcional gravedad, en una crisis que, no es sólo económica: lo es también ecológica, alimentaria, moral y de valores.
Una situación que no se resolverá sólo con la acumulación de esfuerzos, sino que requiere leer convenientemente la magnitud de aquello a lo que nos enfrentamos para poder impulsar movimientos potentes capaces de compartir estrategias globales y también coordinar las respuestas locales en cada momento.
Lo que estamos viviendo es una dura confrontación entre los poderes económicos y la política entendida como legalidad, control y bien común. La confrontación de los que aspiran, desde planteamientos neoliberales a situar el mercado cómo único regulador, frente a los que aspiramos a ordenar la economía desde la transparencia, el control y la equidad fiscal que permita al Estado garantizar la dignidad y los derechos laborales o sociales.
Estamos, pues, en una pugna y en una crisis económica, que también lo es política, en la que la corrupción es el efecto más visible de la tolerancia con los paraísos fiscales, el dinero negro, la especulación o la opacidad. Leer todo esto de forma tacticista o como simples corruptelas es un error que la izquierda alternativa no se puede permitir. El grito por la regeneración política al que aludía Luis Garcia Montero es algo que no podemos ni debemos eludir. Por eso entendemos ICV-EUiA, que había que potenciar la política leída con estas claves, porque tenemos una responsabilidad histórica, más allá de lo que nos pase a nosotros mismos, con un mundo en crisis y algunos políticos corruptos.
Todo esto es especialmente explícito en Santa Coloma, buque insignia de estas políticas neoliberales y de los efectos que éstas acarrean. Por eso lo que hoy necesitamos es un impulso de movilización de la sociedad Catalana conmocionada por la crisis económica, la crisis política, los cambios e incertidumbres en los sistemas públicos sanitario, educativo –universitario fundamentalmente- y el estado escandaloso de la principales instituciones políticas.
El momento es especialmente grave en Badia y tenemos que recuperar la capacidad de leer la realidad y actuar en consecuencia. Si sabemos proponer el proyecto de cambio, estaremos ejerciendo las respuestas más adecuadas, recuperando nuestros mejores principios, valores e identidad. Debemos ser nosotros, con nuestros amigos y simpatizantes, los impulsores de estos cambios y apertura porque si ahora no somos arriesgados, dejaremos pasar la responsabilidad a la que el momento nos convoca.
Estas reflexiones pueden constituir, si nos esforzamos, una propuesta de método, nada nos obliga a atropellarnos. Establecer una hoja de ruta que combine claramente el trabajo para sentar las bases de un proyecto renovado con la participación real en todo el proceso de aquellos que convocamos.

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