En el tema de la crisis económica, recesión, o como queramos llamarlo, ocurre como con el cuento del lobo, que hasta que no le vemos las orejas no le prestamos la mas mínima atención. Cuando aparecen las dificultades es cuando vienen las lamentaciones. Durante más de una década de bonanza económica, los sindicatos, hemos llamado la atención sobre las grandes dificultades que vivía los trabajadores: paro, flexibilidad, precariedad y malas condiciones de trabajo; las dificultades que sufren las mujeres, para conciliar el trabajo y la casa.
El esplendor de los grandes beneficios y de la especulación, el dinero, el consumo y el sálvese quien pueda, de la cultura dominante, impedían ver el bosque de la situación sufriente de muchas personas que viven un auténtico calvario: parados de larga duración, trabajadores precarios, salarios de miseria que impiden a los jóvenes un futuro, familias rotas por los accidentes laborales, etc. En cambio, se daban los parabienes a los grandes beneficios, de los que los únicos beneficiarios han sido y siguen siendo los especuladores, los bancos y muchos empresarios, al tiempo que se iban mermando las prestaciones sociales y empeorando las condiciones de trabajo. Nuestra denuncia constante ha caído en saco roto. Ha llegado la crisis, que necesita el propio sistema capitalista de producción y consumo para su subsistencia y, lógicamente, nadie tiene la culpa; ni los especuladores, ni los bancos, que siguen pavoneándose de grandes beneficios, ni los empresarios, ni los gobiernos que han favorecido la economía neoliberal sobre la economía del bien común. Las consecuencias recaen sobre los de siempre, los trabajadores y los más pobres. Porque al especulador lo protegen las leyes que le permiten blanquear su dinero. El banquero siempre gana.
Y también gran parte de los empresarios, que consideran que lo que han ganado con el sudor y sacrificio de los obreros es sólo suyo y de los accionistas, que han invertido el dinero que les sobra. Por tanto, el trabajador a la calle, según las leyes elaboradas en tiempo de vacas gordas para desproteger cada vez más al trabajador. Y en la lógica capitalista, ahora toca de nuevo a nosotros los trabajadores aguantar el chaparrón: despidos, las angustias de quedarse literalmente en la calle por no poder pagar la hipoteca, frustración de muchos jóvenes al no poder formalizar una familia, familias con grandes carencias, inmigrantes que tras exprimirlos les echamos (muchos de ellos sin papeles, en la economía sumergida, sin derechos.)
Nosotros como trabajadores no podemos quedarnos impasibles ante esta situación que va en contra de todos. Los trabajadores/as y su dignidad es lo más importante que los beneficios, la competitividad, la rentabilidad… El trabajo es un derecho de toda persona, vamos a defenderlo todos juntos…
Esta situación, provocada a conciencia por un sistema injusto que necesita que hayan trabajadores y marginados para subsistir. Tenemos que solidarizarnos y juntos, proponer soluciones mas justas.
Todos nosotros tenemos que reflexionar y comprometernos, esto significa estar más atentos a la realidad laboral y económica, es decir implicarnos más en acciones de solidaridad y ayuda.
El esplendor de los grandes beneficios y de la especulación, el dinero, el consumo y el sálvese quien pueda, de la cultura dominante, impedían ver el bosque de la situación sufriente de muchas personas que viven un auténtico calvario: parados de larga duración, trabajadores precarios, salarios de miseria que impiden a los jóvenes un futuro, familias rotas por los accidentes laborales, etc. En cambio, se daban los parabienes a los grandes beneficios, de los que los únicos beneficiarios han sido y siguen siendo los especuladores, los bancos y muchos empresarios, al tiempo que se iban mermando las prestaciones sociales y empeorando las condiciones de trabajo. Nuestra denuncia constante ha caído en saco roto. Ha llegado la crisis, que necesita el propio sistema capitalista de producción y consumo para su subsistencia y, lógicamente, nadie tiene la culpa; ni los especuladores, ni los bancos, que siguen pavoneándose de grandes beneficios, ni los empresarios, ni los gobiernos que han favorecido la economía neoliberal sobre la economía del bien común. Las consecuencias recaen sobre los de siempre, los trabajadores y los más pobres. Porque al especulador lo protegen las leyes que le permiten blanquear su dinero. El banquero siempre gana.
Y también gran parte de los empresarios, que consideran que lo que han ganado con el sudor y sacrificio de los obreros es sólo suyo y de los accionistas, que han invertido el dinero que les sobra. Por tanto, el trabajador a la calle, según las leyes elaboradas en tiempo de vacas gordas para desproteger cada vez más al trabajador. Y en la lógica capitalista, ahora toca de nuevo a nosotros los trabajadores aguantar el chaparrón: despidos, las angustias de quedarse literalmente en la calle por no poder pagar la hipoteca, frustración de muchos jóvenes al no poder formalizar una familia, familias con grandes carencias, inmigrantes que tras exprimirlos les echamos (muchos de ellos sin papeles, en la economía sumergida, sin derechos.)
Nosotros como trabajadores no podemos quedarnos impasibles ante esta situación que va en contra de todos. Los trabajadores/as y su dignidad es lo más importante que los beneficios, la competitividad, la rentabilidad… El trabajo es un derecho de toda persona, vamos a defenderlo todos juntos…
Esta situación, provocada a conciencia por un sistema injusto que necesita que hayan trabajadores y marginados para subsistir. Tenemos que solidarizarnos y juntos, proponer soluciones mas justas.
Todos nosotros tenemos que reflexionar y comprometernos, esto significa estar más atentos a la realidad laboral y económica, es decir implicarnos más en acciones de solidaridad y ayuda.
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